Y creó Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios lo creó. Macho y hembra los creó. Dios los bendijo, diciéndoles: «Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Tengan autoridad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra.» Dijo Dios: «Hoy les entrego para que se alimenten toda clase de plantas con semillas que hay sobre la tierra, y toda clase de árboles frutales. A los animales salvajes, a las aves del cielo y a todos los seres vivientes que se mueven sobre la tierra, les doy pasto verde para que coman.» Y así fue. Dios vio que todo cuanto había hecho era muy bueno. Y atardeció y amaneció: fue el día Sexto. Así estuvieron terminados el cielo, la tierra y todo lo que hay en ellos. El Séptimo día Dios tuvo terminado su trabajo, y descansó en ese día de todo lo que había hecho. Bendijo Dios el Séptimo día y lo hizo santo, porque ese día descansó de sus trabajos después de toda esta creación que había hecho. (Libro del Génesis 1,27-31 ,2, 1-3) |
Dios
crea un mundo desde sus entrañas, sopla su
Espíritu y queda impregnada
en cada minúscula partícula, todo su
Ser. Cada parte de la naturaleza es Él, cada paisaje que nos conmueve y
emociona, está llamándonos, amándonos, porque toda la Creación es obra de su
Amor.
Dice
el relato a cada acción creadora: ”Vio Dios que era bueno”. Estamos invitados a
seguir sosteniendo y cuidando lo creado desde la bondad de Dios. Seguir
haciendo buenas todas las cosas, poner al servicio de ésta bondad mis manos, mi
trabajo , mi preocupación para que la obra de la Creación no rompa su
equilibrio, su armonía.
El
Amor con que Dios creó este mundo bello para nosotros, nos compromete, nos interpela a cuidarlo, a amarlo.
“Dios
terminó su trabajo el séptimo día y descansó en este día de todo lo que había
hecho”: Este séptimo día , Dios “descansa” y comienza nuestra obra. Somos en
cierta medida el descanso de Dios, porque Él ha confiado al hombre, la misión
de seguir haciendo buenas todas las cosas. En éste descansar de Dios hay un
profundo pedido, una responsabilidad que surge del amor recibido y puesto en
nuestras manos.
Dios
ya construyó nuestra casa, ahora nos corresponde a nosotros, hacer de este
lugar, una “casa común” para que todos puedan vivir en ella y gozar la
Presencia del Creador en cada milagro que nuestra Madre Tierra nos regala. Todo
es don, gratuidad.
En
este tiempo de encierro fructífero, intentemos contemplar el rostro de Dios en
cada cielo, en cada hoja, en cada flor y ya no querremos ser poseedores de las
cosas, sino testigos de la bondad con que Dios ha creado cada ser que ocupa
nuestra casa común.
La experiencia de Santa Claudina al final de su vida, nos habla de que ella supo encontrar al Dios de bondad, en Todo y en todas las cosas que fue viviendo. Este es nuestro carisma.
Pedimos
a Dios, que en este tiempo en que el mundo reflexiona sobre el mensaje que
Francisco nos transmite en la encíclica Laudato Si, recordemos que Dios ha
depositado en nosotros, la misión de seguir haciendo buenas todas las cosas,
para todos.
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