14 de enero de 2018

2018 AÑO DE LA NO VIOLENCIA


En este año recordaremos el 75 aniversario de la muerte de los integrantes del grupo antinazi La rosa blanca, el 70 aniversario de la muerte de Mahatma Gandhi, el 50 aniversario de la muerte de Martin Luther King, el 25 aniversario de la muerte de César Chávez, el 15 aniversario de la fecha en que las mujeres pararon la segunda guerra civil en Liberia. Pero también una decena de experiencias colectivas cuyo impacto en la conciencia de la humanidad ha sido significativo por anteponer el amor a la violencia. Es por tanto un año para la memoria agradecida que siempre acaba por ser motor de futuro. Sabemos que esa mirada hacia atrás es importante para descubrir las miles de experiencias que la humanidad ha ensayado. Experiencias que, en muchos casos, le han permitido resolver sus conflictos rompiendo la espiral de violencia. Intuimos también que la mirada al futuro nos permitirá comprender la dinámica de esa espiral que muchos se empeñan en alimentar.
Pensamos en la no violencia como una forma de cultura. La no violencia no es evidentemente no usar la violencia sin más. Es un compromiso de acción que pone en valor la fuerza del amor; Es una acción sostenida contra la raíz de la violencia; Es una propuesta de relación nueva, que pivota sobre los valores que nos humanizan.  Necesitamos ojos iluminados por la esperanza que se gesta en los compromisos cotidianos, ojos que derraman lágrimas compartidas, ojos que se cierran a los atajos de las salidas fáciles y se abren a descifrar laberintos complejos, ojos que se saben hermanos de otros ojos, que sienten vergüenza.
La no violencia supone una nueva cultura y eso, por definición, se cuece a fuego lento, se educa y asimila desaprendiendo mucho de lo que este sistema, al que queremos combatir, nos ha enseñado.
La no violencia exige una relación intrínseca entre medios y fines
La máxima atribuida a Gandhi de que «los fines están en los medios como el árbol en la semilla» es de una evidencia clarificadora si lo vemos en perspectiva histórica. Si uno persigue un bien justo debe usar métodos justos. Porque los medios adelantan el fin.
El reto de la no violencia en el siglo XXI es apuntar a la violencia que se ha hecho estructura. Detrás de toda violencia directa hay una violencia estructural que la sostiene. El hambre, el paro, la explotación, la esclavitud,… hoy pueden estar amparadas por las leyes, no tienen responsables oficiales y sin embargo son los primeros problemas de la humanidad.
Podemos tratarlos como si fueran males necesarios y obrar en consecuencia. De esta forma nunca podrán solucionarse. Sin embargo la realidad nos dice que son problemas políticos y por lo tanto necesitan soluciones políticas, no paternalismos ni limosnas.
Frente a esa violencia invisible, que genera miles de víctimas cada día, cabe desarrollar la no violencia.
Pensamos que el año 2018 puede ser una oportunidad para avanzar en esta dirección. No hay colectivo humano, que quiera ser responsable con el futuro, que no pueda avanzar en algún aspecto hacia la no violencia. Los empobrecidos descubrieron que era posible y lo demostraron. Hoy toca empujar con decisión en esa dirección y para ello nos autoconvocamos a 365 días de encuentros, estudio y acción.
Moisés Mato

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